Por la boca muere el pez
Los remordimientos nacidos de la traición son el detonante de uno de los grandes dramas de John Ford. La composición plástica es impecable. Y en la caracterización del antihéroe, en contraste con los más nobles ideales, rezuma el mejor estilo fordiano.
Irlanda 1922. Traición entre amigos para un conocido filme de Ford. Rodada en apenas 3 semanas. En el agitado Dublín de los años veinte, Gypo Nolan, un tipo sin oficio ni beneficio, expulsado del Ejército de Liberación Irlandés y con tendencia a empinar el codo, sueña con viajar a Estados Unidos en compañía de su novia, Katie, que se gana la vida como prostituta. Animado por la recompensa que ofrecen las autoridades, Gypo delata el paradero del activista Frankie McPhillip, un viejo amigo y compañero... Cuando el personaje de Victor McLagen descubre que le han pillado tú descubres el cine en estado puro. Poco más puedo decir. Sólo que ojalá ese nivel de precisión, concisión, emoción y maestría a la hora de contar una historia haciendo uso de los elementos que el cine ofrece pudieran emularlo todos los directores.
Tiene aires de cine negro, decorados de cine mudo, romanticismo (eso sí es querer a una mujer de la calle, y no a la forma de "Pretty Woman"), rebeldía, heroicidad, debilidad y humor.
Es cruda, realista y tiene un ritmo frenético y endiablado hasta ahora inigualable. Una de las películas favoritas de este director para muchos y, por época y distribución, menos conocida.
Duración: 91 min.
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